Cuando hablamos del paso del tiempo, de los años, meses y semanas, lo hacemos desde un punto de vista actual. Y se da por sentado que siempre ha sido así. Nada más lejos de la realidad.
En la Edad Antigua, a grandes rasgos, los ciclos de la naturaleza juegan un papel importante. La llegada del calor, el frío o las lluvias, servían para organizar la vida y el día a día de una forma sencilla pero eficaz.
En el caso del Antiguo Egipto, las estaciones se dividían en tres:
- Inundación: Las orillas del Nilo, el segundo río más extenso del mundo después del Amazonas, se inundaban, llegando a doblar su caudal. Las aguas arrasaban pueblos, tierras de cultivos e incluso entraban en templos. Desde nuestro punto de vista, esto supondría una catástrofe, pero para Egipto de esta época, el agua era considerada sagrada, fuente de vida, por lo que este fenómeno no era tratado de forma negativa.
- Surgimiento de cultivos: Cuando las aguas del Nilo volvían a su cauce habitual, quedaban grandes hectáreas de una especie de lodo, que los habitantes usaban para sembrar, pues las tierras eran ricas en minerales y, además, al eran blandas, por lo que facilitaban las labores.
- Cosecha: pasado unos meses desde la siembra, se recogían los frutos. Se recolectaba todo lo sembrado, que se usaría para cocinar alimentos básicos como pan o cerveza.
Cada una de las estaciones que acabo de describir, duraban, más o menos, cuatro meses. El total del año era, como hoy en día, doce meses de treinta días cada uno. Es decir, el año estaba formado por 360 días. Para regular el calendario solar y lunar, se añadían cinco días extras, de esta forma se regulaba el tiempo con la naturaleza. Como se puede observar, no es tan diferente a nuestro calendario.
Los nombres de los meses se vinculaban a alguna celebración o dios importante. Eso sí, las semanas constaban de más días, diez. En cada semana, había dos festividades. Se trata del primer y décimo día. Nuestro sábado y domingo. Como en muchas otras culturas (en la nuestra también), había días buenos, bendecidos por alguna divinidad y días nefastos para realizar alguna tarea. Eran los sacerdotes quienes estudiaban y decidían los días "buenos" y "malos".
Por otro lado, había cálculos para conocer el paso de las horas. Pero solo las horas, ya que el concepto de minuto y segundo no existía aún. De día, se usaban relojes solares, pero ¿y por la noche?. Muy fácil. Se usaba un sistema llamado Clepsidra. Era una especie de macetero con un agujero en la parte inferior. Dentro de este recipiente se dibujaban marcas, que representaban las horas. Al inicio de la noche la Clepsidra se llenaba con agua y según se iba vaciando, iba marcando las horas. Es, para que os hagáis una idea, un reloj de arena pero con agua.
Un fenómeno que ha ayudado a los historiadores, egiptólogos y arqueólogos, ha sido la aparición en el firmamento de la estrella Sotis cada 1460 años (el denominado ciclo Sotiaco) que ha facilitado la datación de los años y la creación de una cronología.


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